jueves, 28 de mayo de 2015

Toda la oscuridad

Aquel pequeño gesto tuvo lugar en El Corte Inglés. Como tantas otras cosas en la vida. La chica se compró el cuaderno para volcar en él aunque fuera una mínima parte de su oscuridad. Pero la libreta era reluciente, con una mujer preciosa y serena en su portada.
-"Que pena, llenar de negrura algo que desprende tanta luz"- pensó en el momento de pagar, ante la contemplación de aquel delicado y costoso artículo de papelería de lujo, de belleza, simplicidad y utilidad tan rotundos.
Ya en casa, abrió la nueva libreta y reparó en las lágrimas que resbalaban por una parte del rostro de aquella desconocida, la zona que tapaba su cierre magnético.
En su interior, leyó una frase en inglés que traducida, quería decir que el alma no tendría arco iris si los ojos no tuvieran lágrimas.
La chica se dijo a sí misma: "Tal vez el cuaderno sí sea adecuado para mí". Lo abrió y comenzó a emborronarlo, mientras sonaban de fondo los acordes angustiosos y torturados de la banda sonora de El Cuervo. Había olvidado cuanto le gustaba ese disco oscuro, había olvidado tantas cosas que ya ni se conocía.
Pero también había cosas nuevas. Cosas para ella y para el cuaderno. Podría plasmarlas ahí, junto con las viejas, e intentar recomponer el puzzle de su alma.
Lo que estaba claro es que tendría que soltar lastre. Decidió comenzar por toda la oscuridad. A fin de cuentas, hasta en la noche mas impenetrable había una innegable fascinación desde el principio de todos los tiempos. Y su gusto por el lado oscuro iba mas allá de cierto tipo de cine y aquella ropa negra que la espiaba desde el ojo temible del armario semiabierto. En los últimos tiempos, había abrazado su propio lado oscuro, que ya le provocaba mas curiosidad que temores.


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