Cómo
agradecerte, Luna, tu constante presencia
que
conforta mi fiebre de noche quebrada,
cuando
vago triste, perdida mi esencia
sumida
en la pena, corazón a ras de suelo.
Confidente
eterna, tu luz serena y calmada persiste,
me
elevas mirada, pensamiento y espíritu al cielo.
En mi
negro laberinto anclada, perdida,
tu hilo
de plata viene a mi recuerdo,
me
regalas la consciencia sencilla del instante:
Hacia
arriba y adelante, ahí está la salida.